La muerte, paso inevitable que aguarda al final de la jornada vital, ha inspirado desde tiempos inmemoriales la pluma de poetas que buscan dotarla de sentido. Dentro de nuestra serie de poemas para despedir a un ser querido les dejamos este poema de Verónica Cunningham, en el que se recorre el ciclo completo de la existencia humana, desde el desamparo del nacimiento hasta el sosiego de la muerte con la esperanza del regreso.
Se retratan las diversas etapas por las que transita el ser humano, entretejiendo los hilos comunes de la esperanza, el sufrimiento y la fugacidad de la vida. Amor, dolor, lucha, cansancio, resignación, y esperanza en el renacer son algunos de los ingredientes emocionales de este viaje sin retorno que anuncia el ciclo.
Al final, solo resta la entrega apacible y la confianza en que el verdadero sentido se encuentra en el transitado por la vida construyendo un canto a la existencia misma, en toda su plenitud e intensidad, que da paso al reinicio del ciclo.

El ciclo sin final
(Verónica Cunningham)
Del vientre he sido arrojado a la vida imponente,
Mis pulmones aspiran su primer suspirar.
Lloro al mundo que me acoge, aún de mi indiferente,
Y aprendo que existir es cambiar y batallar.
Amar será mi faena por el breve tiempo de vivir,
Sembrando sueños en surcos arados con valor.
Crecer es abonar ilusiones por sentir,
Y cosechar verdades, una difícil labor.
Llega el ocaso robando fuego a mi mirar,
Mis anhelos se pierden como aires pasajeros.
Quedan raíces de un árbol que empieza a secar,
ahora vagas memorias y poco aliento.
Es tiempo del eterno y merecido descansar,
termina el sendero de mi paso terrenal.
No me llevo tesoros, sólo paz en el llegar,
Y la fe en que el sentido era siempre caminar.
¡Oh muerte que acunas al cansado peregrinar!
Tus ramos darán sombra a mi frío lecho
Mientras se oye el llanto levantar de
otro nuevo nacimiento.