La oración o rezo es una conversación entre Dios y las personas. Con la oración se glorifica a Dios siendo que quien ora se beneficia espiritualmente recibiendo el amor del Padre mediante la comunión con Jesucristo en el Espíritu Santo.
La oración permite visualizar las experiencias de la vida de Jesús en la búsqueda del significado de la palabra de Dios hacia la salvación y proyectarnos en ella.
Iremos colocando algunas reflexiones sobre la fuerza de la oración en campos específicos de la vida y las descargas a algunas plegarias u oraciones representativas de tales situaciones.
Oraciones a la Virgen
Oraciones a la Virgen de Guadalupe
Oración a la Virgen por un enfermo grave ✅
Oraciones tipo petición
Oración de sanación por los enfermos
Salmos
El pedir en una oración es reconocer que en nuestra vida necesitamos la fuerza de Dios. Con la oración le contemplamos, pedimos su bendición y ayuda, le mostramos nuestro pecados, nos arrepentimos y nos acercamos a su perdón, ya sea en soledad y recogimiento, o en misas comunitarias con nuestros hermanos.
Han servido así las oraciones para dar gracias, pedir milagros, conversar con Dios, pedir perdón en la búsqueda de liberarnos de nuestros pecados, pedir por otras personas ya sea para que obtengan trabajo, sanación, perdón, o mejoren en cualquier aspecto de su vida.
La oración eficaz del justo puede mucho
Santiago 5.16b
¿Qué es la oración o plegaria?
La oración no es un deber a seguir inconscientemente de modo repetitivo, mucho menos una fórmula mágica de frases repetidas que decir, en ocasiones sin un fin verdadero.
La oración es un saludo al padre, una forma acercarnos a Dios, que busca establecer una conexión profunda entre él y nosotros, un medio para que el Señor nos brinde luz ante los desafíos, un paso en el camino de la transformación que tiene designada para nosotros, con el que rogamos por obtener sabiduría para entender y actuar, así como resignación.
¿Para qué sirve rezar una oración?
Las oraciones van más allá de ser ruegos o súplicas. La oración muchas veces es un espacio de refugio para el alma atribulada que busca sabiduría y cede su voluntad a la de Dios, el campo donde sembramos para cosechar la tierra prometida, aprendemos a ceder orgullos, buscamos revelaciones, respiramos consuelo y recibimos la visita de Dios quien obrará para moldearnos a la luz de su divina presencia.
La oración es una herramienta muy potente para expresar nuestra fe y elevar nuestra plegaria.
Con frecuencia requerimos de una oración en especial durante diferentes momentos de nuestra existencia que nos sirva de guía o exposición ante Dios. Su invocación es un momento abierto a la meditación que nos puede ayudar a ver más claro el sendero lo que nos invita a ver puertas por las que salir adelante entre los altibajos de esta vida.
Requerimos de la oración para ahondar en nuestra relación espiritual con el creador, un vínculo que es necesario establecer como paso previo para que se obren los milagros necesarios en nosotros que llevan al cambio, aceptación y a nuestra sanación personal.
La oración servirá para hablarle de nuestro amor hacia él y nuestros deseos de bienestar por los demás.
Sirve la oración dentro de la fe católica para reafirmar el deseo de seguir la palabra de Dios. En este mundo cada día negamos inconscientemente esta palabra con la ambición, una dicotomía que nos acecha siempre entre la espiritualidad, por un lado, y el materialismo, por el otro. Negamos nuestra fe haciendo uso de la violencia, el abuso de drogas, y todo aquello que – de forma consciente o no – es capaz de llevar al sufrimiento de otros, por ello la oración es siempre necesaria.
¿Nos sentimos igual de a gusto con todas las oraciones?
Probablemente no. Si bien toda oración debería abrirnos la senda del diálogo con Dios, tratando de oír su palabra, es indudable que nuestro temperamento influye en nuestro tipo preferido de oración, e incluso de la forma cómo asumimos el momento de orar.
Mientras algunos hacen sus plegarias incluyendo frases más flexibles otros requieren estructuras más rígidas al momento de rezar. Siempre dentro del respeto, es importante tomar la oportunidad de acercarnos a Dios mediante la oración que mejor se adapte a nuestra forma de ser, manteniendo claro el sentir de que la palabra de Cristo es el verdadero vehículo hacia el padre “el camino, la verdad y la vida”.
La oración como puerta espiritual
La hora de rezar una plegaria que brote de nuestro interior es un momento de recogimiento muy valioso puesto que nos lleva a reconocer al Señor dentro de nuestro corazón y en el que nos mostramos tal como somos, tanto a él como a nosotros mismos, sirviendo así de autorreconocimiento de los puntos en los que necesitamos mejorar y en los que podemos ayudar a otros.
La oración es el momento y el lugar donde nos encontramos a solas con Dios, cuando nos duele el corazón que se abre para dejar salir el mal acumulado, porque ante la luz de su presencia las obras de la carne se hacen manifiestas; y todo celo, contiendas, odio, traición, envidias, iras, herejías, orgullo, brotan a la superficie. Es el momento de entender la importancia de la integridad y enmendar propósitos para que brote el nuevo hombre hecho por Dios y para Dios, sólido e íntegro.
El momento de la oración permite la oportunidad de visualizar y alcanzar algunas fortalezas en el espíritu que nos brinden aliento para dar los pasos siguientes en el sendero de nuestras vidas, en ocasiones lleno de baches y subidas, a la vez que liberarnos de la carga inconsciente de no buscar salir adelante. La oración es una puerta abierta al progreso del espíritu, por ello hay muchos momentos en la vida en los que necesitamos rezar, siendo la práctica de la oración un buen hábito de vida y un excelente camino para hallar a Dios.
Al emprender la oración
La oración no debe ser el recitar de un verso apresurado, eso carece de sentido, el orar debe ser un recordatorio de las enseñanzas de Cristo. La oración debe ser la vía para iniciar una conversación sentida con Dios, no sólo cuando nos sentimos mal, también para celebrar los buenos momentos y darle gracias por ellos.
La mayoría de las veces encontramos oraciones previamente escritas que son de utilidad para facilitarnos el recuerdo de los momentos de la vida de nuestro Señor o simplemente como punto de partida cuando no encontramos las primeras palabras para dirigirnos a Dios, por ejemplo, cuando nos sentimos abatidos y nos cueste empezar las plegarias que necesitamos.
Cuando oramos se eleva nuestra energía y nuestra alma entra en contacto con Dios, ello nos regala una paz embriagadora, esperanzas, fuerza y valor, que usaremos para dejar de lado la angustia, tristeza o el temor. Por ello decimos que al orar salimos renovados en el Señor.